Laura Sánchez Roy


Laura Sánchez Roy nació en Ateca el 1 de noviembre de 1921 en el Carrer Largo, número once. Su padre, Juan José Sánchez Inogés, falleció cuando ella tenía ocho años, circunstancia que motivó su traslado a Madrid, junto con su madre y su hermana, para vivir con la familia materna. Ello no significó que abandonara definitivamente Ateca, puesto que solía pasar la temporada estival en el pueblo con sus familiares paternos.

Cursó estudios de Magisterio que se vieron interrumpidos por el estallido de la Guerra Civil, en cuyo transcurso sería herida gravemente durante un bombardeo.

Acabada la contienda pasó varios años de la posguerra trabajando en la Oficina de Abastos gestionando la concesión de cartillas, hasta que por problemas de salud de su madre hubo de dejar su trabajo para dedicarse a su cuidado.

Falleció en Ciudad Real el 9 de mayo de 1990.

Desde joven gustó de escribir sobre sus impresiones y reflexiones, cultivando, sobretodo, el género poético. Sus poemas reflejan la identificación que hacía del mundo rural con el equilibrio, en contraposición, al vivir urbano.

Inteligente, sensible e independiente fue, en cuanto a la concepción de la vida, una mujer adelantada medio siglo a los tiempos que le tocó vivir.

NOSTALGIA (1962)

¡Recuerdos de la infancia me acuden a la mente!
¡Tiempo feliz aquél, un tiempo que ya pasó!
¡Cuántas veces te añoro a ti, Ateca querida!
¡Tus calles, tantas veces por mis pies recorridas,
por volver a verlas, mi vida la diera yo!

Estoy de ti alejada, aunque muy cerca te siento;
mil valles y montañas me separan de ti.
No tengas duda alguna que de ti me acuerdo;
en mi mente esta fijo, grabado, tu recuerdo.
¡Sé que de ti alejada nunca seré feliz!

Tu recuerdo aparece cuando menos lo espero:
tu airoso campanario; la torre del reloj;
fiestas de la Virgen de ambiente pueblerino;
tus mocitas, tan bellas, de rostro peregrino;
los bailes en la plaza de singular color…

Todo está en mis recuerdos: la noche esplendorosa;
la luna, que ilumina con su dulce fulgor;
la procesión, que sale cantando avemarías;
la Virgen de la Peana derramando su amor…

Todo vuelve a mi mente. En tus noches silenciosas
se ven, allá en lo alto, las estrellas brillar;
por tus calles dormidas pasan cantando jotas
los mozos de la Villa y, en canciones devotas,
recuerdan sus Vírgenes: Peana y del Pilar.

LA VIDA EN MI PUEBLO (1963)

Te voy a describir, amiga mía,
la tierra donde vi la luz primera.
Te contaré la vida de mi pueblo,
la muy noble y leal Villa de Ateca.

En el aire caliente del verano
flota el polvo dorado de las eras.
Los labradores, todos, en el campo
recogiendo las mieses ya bien secas.

Las calles están, todas, silenciosas
para guardar los niños en su siesta.
Balcones y ventanas me parecen
un florido vergel con las macetas,
donde van a libar sus dulces mieles,
laboriosas y activas, las abejas.

De vez en cuando pasan por las calles,
patas ligeras y altas las orejas,
recuas de mulas fuertes y tenaces
que llevan las gavillas a las eras.

El sol cae de plano en los tejados
y calientes están todas sus tejas;
cae a plomo sobre los segadores
que dejan su sudor sobre la tierra,
sobre todos los hombres laboriosos
que trabajan, con fe, sobre la gleba.
Los más ligeros corren los caminos
transportando los haces a las eras.

Cuando cae un poco el sol van las mujeres,
cubiertas con pañuelos sus cabezas,
a poner sobre el oro de los trigos
su alma de mujer, limpia y serena;
ese oro que manos varoniles
en el campo, en el otoño, le siembran
y puede compararse con el alma
de la noble mujer aragonesa.

Ya se acaba el verano, ya se acaba;
ya se acerca Septiembre con sus fiestas:
las fiestas de la Virgen de la Peana.
¡Cuántos recuerdos, en el alma dejan!

Luego viene el otoño, ¡la vendimia!
Van a coger las uvas en las cepas
para llevarlas luego a los lagares
para que en dulce vino se conviertan.

Luego será el invierno: largas noches
pasadas junto al lar; la chimenea
se llena de humo al que empuja el viento,
silbando como un loco, desde fuera.

Luego viene San Blas. ¡Dulces recuerdos
en el alma penetran y se quedan!
La Máscara; el pregón junto a la Ermita.
Luego subirá al cerro con destreza,
esquivando los tiros de los chicos
que, desde arriba, tiran duras piedras.

Ya ha pasado el invierno ¡Qué alegría!
Ya se acerca otra vez la primavera.
Después de esta estación vendrá el verano
con sus fatigas y esperanzas nuevas.

Querida amiga: Tú me preguntaste
cómo es la vida de mi dulce Ateca.
Yo, ya te la he descrito; y como escribo
y no quiero borrarlo, escrito queda.

SALVE A LA VIRGEN DE LA PEANA (1964)

Salve, Virgen de la Peana,
Madre de los atecanos;
todos tus hijos ponemos
nuestras vidas en tus manos.

Salve, perfume del Cielo,
Madre del Verbo humanado.
Eres la flor escogida
concebida sin pecado.

Salve, Reina de los Cielos;
salve, rosa sin espinas,
que van naciendo azucenas
por los sitios que caminas.

Salve, Virgen de la Peana;
salve a la más bella flor;
eres la mano que guía
hasta el trono del Señor.

Salve, preciosa amapola
que ha nacido en un trigal,
y has conseguido, Tú sola,
vencer las fuerzas del mal.

Salve, a Ti, humilde violeta
escondida entre el verdor;
todo el que a Ti se confía,
le consuelas con amor.

Salve, estrella refulgente,
luz que nuestros pasos guía;
condúcenos hasta el Cielo,
Inmaculada María.

ACRÓSTICOS (1965)

V ¡Virgen de la Peana!
I Igual que una hermosa
R rosita temprana.
G ¡Gloriosa María!
E Escúchanos por la
N noche y por el día.
D Delante de Dios
E eres mediadora.
L Llena de dulzor
A a los atecanos
P protégenos siempre,
E enfermos o sanos.
A ¡Alba y bella flor!
N no me desampares
A a mí, pecador.

*

A Ateca, bella, noble, atrayente:
T tienes un cielo, de limpio, azul.
E Eres sencilla, brava y valiente:
C cuna de hidalguía. Siempre te sientes
A acogedora. Así, eres tú.

*

Z ¡Zaragoza! Tu suelo siempre fue cuna de héroes;
A así, tú, siempre fuiste la sin par. Famosa,
R regaste con la sangre de tus hijos
A alzados, del Pilar, las sacras losas.
G Ganaste por audaz y por valiente
O otros laureles para ornar tu escudo.
Z ¡Zaragoza inmortal! Tiene tu gente
A alma noble y leal en lecho duro.

*

A Aires de jotas bravías
R resuenan por la región.
A ¡Aragón, la tierra mía!
G ¡Gloria del suelo español!
O ¡Orgullo de España entera!
N ¡Nobleza en tu corazón!

ORACIÓN (1965)

¡Señor de los Cielos, Señor de la Tierra!
¡Señor de los mares, Señor de la luz!
¡Tú, que hiciste todo cuanto el mundo encierra,
junto al Santo Espíritu y a mi buen Jesús!

Desciende del cielo; pon tu santa mano;
que cese este estado de guerras y horror,
se abracen los hombres, cual buenos hermanos,
que no tengan odio, que sientan amor.

Los pueblos del mundo bañados de sangre,
mujeres y niños muertos por error;
las bombas de plástico por casas y calles;
los pueblos sumidos en mudo terror.

En Asia, en América, en toda la tierra,
millares de muertos se ven por doquier;
el mundo está inmerso en cruentas guerras;
los hombres se matan por mero placer.

Intentan, los hombres, llegar a la Luna;
a mí me parece misión singular,
pero, por ahora, es inoportuna:
que, en la tierra, queda mucho que arreglar.

Dejad, a la Luna, tranquila en el cielo,
que, luna y estrellas, son cosas de Dios;
no penséis en ello; cifrar vuestro anhelo
en ir, de las huellas de Jesús, en pos.

En muchos hogares de toda la tierra
se ve a las mujeres y niños llorar.
Que no haya más hambre, que no haya más guerras,
que los hombres tengan tiempo para orar.

El mundo agoniza, el mundo se muere,
el mundo amenaza con partirse en dos;
existe el remedio, no se desesperen,
vayamos unidos en busca de Dios.

RETRATO DE UN PUEBLO (1966)

Cirila Gutiérrez es de un pueblecito
que, (ceta), se llama y es muy pequeñito.
No viene en el mapa; pero tiene un río
que, cuando se enfada, lleva mucho brío.
Cuando en el verano marcha hacia su aldea,
ella, es la más guapa entre tantas feas.
Los chicos del pueblo se dan mucho pisto,
porque creen, ellos, que son los más listos.
Si van con las chicas por la carretera,
ellos van por dentro, las chicas por fuera.
Si ven a una chica pasar por la acera,
dice por piropo: ¡Arre Baldomera!
No tienen modales, ni tienen finura,
porque tienen, todos, la cabeza dura.
Como son muy bastos, tienen muchos callos;
tiran de los carros igual que caballos.
Emiten relinchos con su fuerte voz,
y, si te descuidas, te dan una coz.
Han puesto en el pueblo gran cafetería,
donde van los mozos cuando acaba el día.
Mas, como son zafios y bastante zotes,
no dan ni propina para echarla al bote.
Son muy atrasados y poco sinceros;
usan cachirulos en vez de sombreros.
Son tan roñosicos que no llevan peones
y son, todos, unos destripaterrones.
No tienen ni Plaza de Toros siquiera;
si quieren ver toros se marchan afuera,
a Calatayud, o al pueblo de Ateca,
que tiene una Plaza bonita y completa.
Este es un gran pueblo y sus habitantes
son muy buena gente, tienen buen carácter.
Si van forasteros, son muy atrayentes
y muy cariñosos con todas las gentes.
Las chicas, muy guapas; los chicos, muy finos;
tiene fama, Ateca, por sus ricos vinos.
Este hermoso pueblo tiene gran piscina
(llegan a bañarse hasta de Cetina)
con pista de baile y cafetería
que, de bote en bote, están noche y día.
Son muy educados, no tienen complejos;
tienen simpatía jóvenes y viejos.
Dejo al lector elegir el pueblo que más prefiera;
yo no lo quiero escribir, porque matan a cualquiera;
sé que, si allí llego a ir, del pueblo no salgo entera.

COSTUMBRES DE MI PUEBLO (1967)

La hermosa Villa de Ateca
(provincia de Zaragoza),
desde tiempos muy lejanos,
tiene costumbres curiosas.

En las fiestas de la Virgen
de la Peana, la Patrona,
esté raso o esté nublo
salen los mozos de ronda.

Se reúnen en pandillas
para rondar a las mozas;
llevan la guitarra en brazos,
como si fuese una novia.

La Luna ya está asomando
su cara blanca y redonda,
tras una nube en el cielo,
para escuchar dulces coplas.

Se entreabren las ventanas,
se medio asoman las mozas
para escuchar a los mozos
que todo el pueblo alborotan.

Junto a la guitarra llevan
fenomenal cachiporra
por si llega la ocasión
de gastar alguna “broma”.

Ya se acercan dos pandillas,
ya se juntan, ya se topan:
debajo de una ventana
se han reunido dos rondas.

Se cruzan los estacazos
y… donde las dan, las toman.
El doctor, al otro día,
por culpa de cuatro copas,
tiene que curar con arnica
catorce cabezas rotas.

ROMANCE AL RIO JALON (1968)

¡Oh, hermoso río Jalón!
¡Tú, que por Ateca pasas!
Es tu correr rumoroso
la eterna canción del agua.

Cruzas por medio del pueblo
y las torres, altas, altas,
quieren mirarse en tu espejo;
mas, aunque quieren, no alcanzan.

En las fiestas patronales
de la Virgen de la Peana,
los faroles del Rosario
se reflejan en tus aguas.

Día ocho de Septiembre:
tus aguas bajan muy claras,
pues saben que en sus cristales
va a verse la Virgen guapa.

Todo el pueblo está en las calles
y la procesión, en marcha.
Todos miran a la Virgen;
todos te vuelven la espalda:
bien es verdad que la Imagen
va que da gozo mirarla.

Ya ha entrado en la carretera,
ya ha salido de la Plaza;
mientras, en el campanario,
tocando están las campanas
que, en su recorrido al pueblo,
a la Virgen acompañan.

¡Oh, Jalón hermoso río!
Tus aguas mansas, calladas,
cruzan el pueblo tranquilas,
silenciosas, reposadas,
y sólo se oye un murmullo:
¡la eterna canción del agua!

Tú, río Jalón, susurras
con tus cantarinas aguas
quejas de amor hechas brisa
en tus espejos de magia.

Tienen alma tus murmurios
y, tus murmurios, palabras,
aunque nadie te comprenda
tu eterna canción del agua.

Los árboles que bordean
tu cinta de bella plata
se quedan con tus sonidos
prendidos en la enramada;
después que pase la noche,
en las bellas alboradas
de primavera y estío,
los pajarillos los cantan;
pues aprendieron del río
la eterna canción del agua.

ROMANCE A LAS TORRES DE ATECA (1968)

¡Las torres de mi Ateca!
¡Las torres de mi Ateca son tan altas…!
Casi llegan al Cielo y, de allí, miran
la pequeñez humana.

Desde allí ven, de Oriente a Occidente,
desde que nace el Sol hasta que se apaga
su resplandor por cima de San Roque,
al pueblo andar su marcha
que se rige al toque de campanas.

Sobre las siete, al despuntar la aurora,
las gentes se levantan;
van a los campos, hacen sus faenas.

Allá, a las doce, suenan las campanas:
la hora de yantar, el mediodía;
por un rato descansan
para volver a comenzar de nuevo
las faenas diarias.

¡Las torres de mi Ateca!
¡Las torres de mi Ateca son tan altas…!
que parece que, ay, tocan el Cielo
y las nubes que pasan!

La torre de la iglesia me parece
una escala lanzada
por Dios para subir por ella,
de nosotros, las almas.

Es una flecha que dirige al Cielo,
una flecha acerada
que lleva rosarios y oraciones
hasta la Virgen Santa,
la Madre y Protectora de esta pueblo:
¡La Virgen de la Peana!

¡Las torres de mi Ateca!
¡Las torres de mi Ateca son tan altas…!

La torre del Reloj está torcida
por el paso del tiempo y, aunque inclinada,
continúa el reloj dando las horas,
tardes, noches, mañanas…
y, así, rige la vida de este pueblo,
su tarea diaria.

Así, desde lo alto de las torres,
donde están las campanas,
se dominan los puntos cardinales
de la vega atecana.

Norte, Sur, Oriente y Occidente;
se queda la mirada
extática, humilde y silenciosa
igual que nuestras almas,
pues, visto desde arriba, se ve claro
las miserias humanas.

¡Las torres de mi Ateca!
¡Las torres de mi Ateca son tan altas…!

Quieren verse en el río, mas no pueden,
y, aunque quieren, no alcanzan
porque el río Jalón sigue su curso
y su impávida marcha
sabiendo que ninguna de las torres
podrá besar sus aguas.

¡Las torres de mi Ateca!
¡Las torres de mi Ateca son tan altas…!

Hacia el Cielo sereno y luminoso
dirigen su mirada
y allá envían, en ondas misteriosas,
los rezos y oraciones los que, aquí, manan
de todos los corazones de mi pueblo.

¡Las torres de mi Ateca son muy altas!
¡Y aunque quieren mirarse en los espejos
del río, nunca alcanzan!

CANTO A LA VILLA DE ATECA (1969)

Es la fiesta de mi pueblo:
¡La Virgen de la Peana!
y por todas sus calles,
desde por la mañana
resuenan los compases
que tocando a diana
va la banda de música
con singular ardor.

Y detrás de la banda,
con gran algarabía,
corriendo sin descanso
va la chiquillería;
detrás, los cabezudos,
y como es un gran día,
pequeños y mayores
disfrutan con calor.

Hoy es la fiesta grande;
cohetes luminosos
brillarán por la noche
en el cielo precioso
del ocho de septiembre.
Por la tarde, en el coso,
habrá una gran corrida
con diestros de valor.

Después saldrá la Virgen,
la Reina sin mancilla;
recorrerá en su trono
las calles de la Villa;
sus hijos fervorosos
se postran de rodillas
y, Ella, siempre graciosa,
los mira con amor.

Las mocitas, tan bellas,
de rostros nacarinos,
luciendo ricas galas,
luceros matutinos
asomando entre flores
sus rostros peregrinos,
dirigen a la Virgen
miradas de dulzor.

Las campanas resuenan
con repiques sonoros
en honor de la Virgen
que brilla más que el oro,
y a la que el pueblo adora
como el mejor tesoro
confiando en sus manos
su suerte sin temor.

Las antiguas callejas
con aspecto ancestral,
sumidas en misterio
y gracia sin igual,
con antiguas casonas
de trazo señorial,
duermen sueños de siglos,
el musgo en derredor.

Aquí llega la música
con sonido apagado,
y el que pasa por ellas
se siente trasladado
a siglos anteriores,
a tiempos ya pasados,
y cree oír pisadas
en algún mirador.

¡Oh, Ateca misteriosa!
Tus bellas callejuelas
inspiran a mi mente
rimas a tus cancelas,
a tus casonas viejas
que con tus torres velas.
¡A ti, Ateca querida,
yo canto, hoy, en tu honor!

NOCHE DE AGOSTO (1969)

Fue noche de luna llena
la noche de San Lorenzo;
la luna estaba brillante
luciendo entre los luceros.

¿Recuerdas aquella noche,
camino de San Lorenzo?
¡Noche propicia de amores,
y no me diste ni un beso!

¡Camino de San Antonio!
¡Camino de San Lorenzo!
¡Los dos el mismo camino
clavado en mi pensamiento!

Éramos adolescentes
y era nuestro amor primero.
¿Comprendería la luna
mi secreto y tu secreto?

¡Como me hablaste callando,
no se oyó más que silencio!

Y no me dijiste nada;
te quedaste serio, quedo;
de amor nada me dijiste
¡y no me diste ni un beso!

Y pasó aquella ocasión
y ya no hemos vuelto a vernos.

Nos vimos, sí que nos vimos:
Ante tu madre, en tu huerto;
mas, tú, te quedaste laxo,
los brazos caídos, quieto,
¡por no darme, no me diste
ni siquiera un sólo beso!

¡Todo lo estoy recordando
como se recuerda un sueño!

¿Acaso habré soñado
y, tú, fuiste sólo eso,
una sombra entre las sombras
con que se forjan los sueños?

Aunque estemos alejados,
estás entre mis recuerdos
y, aunque ya no me quieras,
yo siempre te estoy queriendo.

Yo te besaré en la noche,
en la noche de mis sueños;
me acercaré sigilosa
con pasos silentes, quedos,
y el beso que no me diste,
te lo robaré en silencio;
cuando ya sea una sombra,
cuando yo ya esté muy lejos,
camino de las estrellas,
en marcha hacia los luceros.
Y mi alma, fugitiva,
liberada ya del cuerpo,
volando hacia las alturas,
te susurrará un ¡te quiero!;
pues en la noche estrellada,
la noche de San Lorenzo,
nos fuimos bajo la luna
¡y no me diste ni un beso!

NOSTALGIA ATECANA (1970)

¡Oh, Ateca, mi dulce Ateca!

La del antiguo palacio;
la de casonas dormidas
durante años y más años.

La de vergeles floridos;
la de montes y altozanos;
la de veredas umbrías;
la de los campos labrados;
la de las viñas feraces;
la de vegas y secanos.

¡Oh, Ateca, mi dulce Ateca!

La de altos campanarios
donde cantan las campanas
y hacen sus nidos los pájaros.

La de bellas arboledas,
la de valles y sembrados.

La de las bellas ermitas,
construidas en los alto
¡Oh, Ateca, mi dulce Ateca!

La de los bellos peñascos
que desde la carretera
se ven tallados en lo alto
por las turbulentas aguas
que bajan por tus barrancos.

La de los bellos caminos
con cerezos y manzanos,
con nogales y choperas
que dan sombra en el verano.

¡Oh, Ateca, mi dulce Ateca!

La del fuerte amurallado
que, ya casi destruido
por los vientos y los años,
¡aún nos muestra la grandeza
que tuvo en tiempos pasados!

La de las calles pinas,
salpicadas de guijarros.

La de los airosos puentes,
la de los floridos arcos.

¡Oh, Ateca, mi dulce Ateca!
Con la iglesia en lo más alto,
con la Virgen de la Peana
que, por nosotros rogando,
está pidiendo a Dios Padre,
Hijo y Espíritu Santo,
por los presentes y ausentes,
por todos los atecanos.

¡Oh, Ateca, mi dulce Ateca!
En mis recuerdos, te abrazo.

A LA VILLA DE ATECA (1971)

Yo nací en bonito pueblo:
la hermosa villa de Ateca;
es de lo mejor que tiene
la región aragonesa.

Sus torres ¡bonitas torres
de puro estilo mudéjar!
de noche, junto a la luna,
a mi Ateca velan, velan.

La luna, con su luz suave,
ilumina las callejas
colándose por postigos,
miradores y cancelas;
en el cielo está brillando
junto a luceros y estrellas
como faroles nocturnos
y, a mi Ateca, velan, velan.

Al espejo de sus ríos
se asoma Ateca, coqueta;
los ríos, con sus murmullos,
le dicen cosas muy bellas
que tan sólo las comprende
Ateca, mi dulce Ateca.

Tres ríos aquí se juntan:
Jalón, Manubles y Piedra
que, junto con luna y torres,
a mi Ateca velan, velan.

El día ocho de Septiembre
Ateca se pone bella,
porque en este hermoso día
se celebra la gran fiesta
de la Virgen de la Peana,
¡Santa Patrona de Ateca!

Va la Virgen relumbrante
en su trono de candelas;
los faroles del Rosario
y las velas, velan, velan.

La luna está iluminando
los campos y veredas
que conducen a esta Villa,
la hermosa Villa de Ateca.

En la noche septembrina,
los luceros, las estrellas,
y las torres, y los ríos,
y la luna, velan, velan.

ALELUYAS A LA VILLA DE ATECA (1971)

¡Ay, ay, mi bonita Ateca!
¡Mi musa en este cantar!
Quiero, con mis pobres versos,
tus bellezas ensalzar.

¡Ay, ay, las torres de Ateca,
antes moras, hoy cristianas!
En el cielo se recortan
al despuntar la mañana.

¡Ay, campanas de las torres!
Vuestro sonido argentino
esparce voces de plata
por veredas y caminos.

¡Ay, ay, callejuelas pinas!
¡Ay, bonitas callejuelas!
Por vosotras caminé
cuando era una chicuela.

¡Ay, ay, los puentes de Ateca!
¡Puentes gentiles y airosos!
En el fondo llora el río
susurrando quejumbroso.

¡Ay, ay, fuente de San Blas!
¡Ay, de la ermita a la vera.
En tu fluir rumoroso
apagar mi sed quisiera.

¡Ay, las ermitas de Ateca!
¡Ay, ay, qué bonitas son!
Parecen blancas palomas
sumidas en oración.

¡Ay, ay, castillo roquero!
¡Ay, ay, fuerte amurallado!
¿Dónde están tus caballeros
¿Dónde rasos y brocados?

¡Ay, ay, los floridos arcos!
¡Ay, los arcos florecidos!
Bajo vosotros pasé
un tiempo por mí querido.

¡Ay, la Virgen de la Peana!
Deslumbra con su fulgor
y, sobre todos sus hijos,
va derramando su amor.

¡Ay, ay, tus bonitos puentes!
¡Ay, ay, tu bonito palacio!
¡Ay, ay, tus callejas pinas!
¡Son para verlos despacio!

¡Ay, ay, qué bellas tus torres!
¡Ay, ay, qué bellos tus ríos!
¡Ay qué bellos tus arcos!
¡Ay, qué bello el pueblo mío!

¡Ay, qué bonita es la Virgen,
dueña de nuestros destinos!
¡Que a todos los atecanos
nos lleve a buen destino!

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